Introducción a Entre el diablo y el New Deal Verde
En 2009, Internationalist Perspective publicó un extenso artículo titulado “Capitalismo, tecnología y medio ambiente”.En el artículo, observando la relación entre el capitalismo y el medio ambiente, E.R. escribió:
La relación del capital con la naturaleza tiene una historia propia; tiene una trayectoria de desarrollo, de “avance”, de “progreso”. Pero, tenemos que preguntar, ¿un avance y progreso hacia qué? El capitalismo ha transformado a la naturaleza a lo largo de los años no menos de lo que ha transformado al trabajo y a la clase obrera. El capital ha interferido en la etapa avanzada actual de su desarrollo histórico, se ha apropiado, ha manipulado, en una palabra, se ha enredado con el entorno natural general de la tierra a tal extremo, que de hecho es cada vez más difícil encontrar alguna característica, cualquier aspecto, cualquier parte que no haya sido cambiada de una forma u otra como resultado de esto. Este cambio, este enredo con la naturaleza por parte del capital ya ha provocado un daño tan catastrófico a los ecosistemas y procesos naturales, evolutivos, interconectados, altamente complejos y autosustentables del planeta, que la cuestión de la sostenibilidad en sí misma con respecto a los procesos económicos capitalistas en interacción con el entorno natural se ha convertido en una preocupación cada vez más importante para la clase capitalista misma (al menos a nivel político).
Mucha agua, en gran parte contaminada, ha corrido bajo el puente proverbial desde la publicación de ese artículo. El cambio climático continúa sin cesar; la velocidad en la que se derriten los casquetes polares aumenta; la selva tropical desaparece para financiar el desarrollo; los contaminantes industriales ahogan el aire. Sin embargo, a pesar de la preocupación generalizada sobre el medio ambiente y su destrucción, no ha surgido ningún movimiento revolucionario para evitar esta catástrofe. Como resultado, muchos izquierdistas y “progresistas” han mirado favorablemente hacia el ala del Partido Demócrata liderado de manera más destacada por Alexandria Ocasio-Cortez, promoviendo el “Nuevo Acuerdo Verde/ el New Deal Verde” (Green New Deal, GND)
Según sus críticos de derecha, si el GND se hiciera realidad, la sociedad estadounidense cambiaría fundamentalmente: los aviones y los automóviles serían prohibidos; las hamburguesas también desaparecerían de los menús; la electricidad sería producida únicamente por molinos de viento, y solo estaría disponible cuando soplara el viento.
Nada de esto es cierto, ya que aunque las propuestas de GND son mucho menos radicales que las sugeridas, no son menos imposibles. Incluso las propuestas de reforma significarían que el capitalismo actuaría en contra de su propia naturaleza: en lugar de este sistema rapaz impulsado por las ganancias, un capitalismo benevolente con el medio ambiente que combina crecimiento y responsabilidad ambiental, junto con un objetivo de cero emisiones para el 2030. Es la promesa política definitiva: No renuncies a nada y recibe todo a cambio.
En la edición actual de The Commune, una “revista popular para una nueva era de revolución”, Jasper Bernes argumenta en un ensayo “Entre el diablo y el New Deal Verde” que, a pesar del sentimiento de esperanza y las preocupaciones que intenta abordar, GND está condenado al fracaso porque está enraizado en una visión del mundo fundamentalmente falsa: Permanece completamente dentro del marco del capitalismo, y el capitalismo está
inexorablemente ligado al crecimiento que garantiza el tipo de destrucción ambiental y devastación con el que los defensores más sinceros de GND esperan terminar.
No se trata simplemente de que el capitalismo esté vinculado a una “perspectiva” de crecimiento, sino que el crecimiento es intrínseco a la naturaleza del capitalismo. Cualquier cambio que se realice en dirección hacia una economía “verde” está subordinado en última instancia a la producción de valor y la búsqueda de ganancias. Ya podemos ver como elementos del capital están adaptando la preocupación por el medio ambiente a una forma de aumentar las ganancias. Pero esta búsqueda de ganancias en última instancia conduce a la sobreproducción, a la caída de las tasas de ganancia y, finalmente, a la destrucción del valor.
La reforma del capital ante el desastre económico (y ahora ambiental) no es nueva, pero como con los esfuerzos realizados en el pasado, no puede ser exitosa. No es un accidente que este se llame un New Deal Verde, ya que comparte un marco subyacente con el New Deal de Roosevelt.
Mientras que el New Deal sólo necesitaba restablecer el crecimiento, el New Deal Verde tiene que generar crecimiento y reducir las emisiones. El problema es que el crecimiento y las emisiones están, en casi todas las medidas, profundamente correlacionados. El New Deal Verde corre el riesgo de convertirse en una especie de reforma de Sísifo, empujando la roca de las reducciones de emisiones cuesta arriba cada día solo para que una economía creciente y hambrienta de energía la tire abajo cada noche. (Bernes)
De hecho, Bernes argumenta que, incluso para intentar alcanzar sus objetivos, el GND empeorará las condiciones. En los primeros pasajes del ensayo, Bernes describe vívidamente el hermoso horror de la mina Bayan Obo en China, un área que contiene los depósitos más grandes del mundo de tierras raras, pero señala que “para satisfacer las demandas del New Deal Verde, que propone convertir la economía de Estados Unidos en emición cero, energía renovable para el 2030, habrá muchas más minas excavadas en la corteza terrestre ”.
Este es un artículo importante que merece ser leído y discutido ampliamente. Reimprimimos a continuación, la primera parte del artículo de Bernes con la esperanza de comenzar tal discusión.
Para leer el artículo completo, visite el sitio web de la revista Commune
Perspectiva Internacionalista, agosto de 2019
Entre el diablo y el New Deal Verde (Extracto)
No podemos legislar y gastar nuestra salida del catastrófico calentamiento global.
Desde el espacio, la mina Bayan Obo en China, de donde se extrae y refina el 70 por ciento de las tierras raras del mundo, casi parece una pintura. El cachemir de los estanques de relaves radiactivos, de kilómetros de largo, concentran los colores ocultos de la tierra: aguamarinas minerales y ocres del tipo que un pintor podría emplear para halagar a los gobernantes de un imperio moribundo.
Para cumplir con las demandas del New Deal Verde, que propone convertir la economía de EE. UU. en emisión cero, energía renovable para el 2030, habrá muchas más de esas minas excavadas en la corteza terrestre. Esto se debe a que casi todas las fuentes de energía renovable dependen de minerales no renovables y con frecuencia de difícil acceso: los paneles solares usan indium, las turbinas usan neodimio, las baterías usan litio y todas requieren kilo-toneladas de acero, estaño, plata y cobre. La cadena de suministro de energía renovable es una rayuela complicada en la tabla periódica y en todo el mundo. Para hacer un panel solar de alta capacidad, uno podría necesitar cobre (número atómico 29) de Chile, indio (49) de Australia, galio (31) de China y selenio (34) de Alemania. Muchas de las turbinas eólicas de transmisión directa más eficientes requieren un par de libras de la tierra rara neodimio, y hay 140 libras de litio en cada Tesla.
No es por nada que los mineros del carbón fueron, durante gran parte de los siglos XIX y XX, la imagen misma de la miseria provocada por el capitalismo: su trabajo agotador, peligroso y feo. Le Voreux, “La voraz”, así llama Émile Zola a la mina de carbón en Germinal, su novela sobre la lucha de clases en una ciudad francesa. Cubierta de chimeneas de humo de carbón, la mina es tanto el laberinto como el minotauro, todo en uno, “agazapado como una bestia malvada en el fondo de su guarida. . . resoplando y jadeando en ráfagas cada vez más lentas y profundas, como si estuviera luchando por digerir su comida de carne humana ”.
Los monstruos son productos de la tierra en la mitología clásica, hijos de Gaia, nacidos de las cuevas y perseguidos por una raza cruel de dioses del cielo civilizadores. Pero en el capitalismo, lo monstruoso es la tierra animada por esas energías civilizadoras. A cambio de estos tesoros terrestres, utilizados para alimentar trenes, barcos y fábricas, toda una clase de gente es arrojada a los pozos. La tierra que se calienta está repleta de monstruos de nuestra propia creación: monstruos de sequía y migración, hambre y tormenta. La energía renovable no es un refugio, en realidad. El peor accidente industrial en la historia de los Estados Unidos, el Incidente Hawk’s Nest de 1930, fue un desastre de energía renovable. Al perforar una entrada de tres millas de largo para una planta hidroeléctrica de Union Carbide, cinco mil trabajadores se enfermaron cuando golpearon una gruesa veta de sílice, llenando el túnel con el cegador polvo blanco. Finalmente ochocientos trabajadores murieron de silicosis. La energía nunca es “limpia”, como Muriel Rukeyser deja claro en el poema épico y documental que escribió sobre Hawk’s Nest, “El libro de los muertos”. “¿Quién corre por los cables eléctricos?”, pregunta ella. “¿Quién habla por debajo de todos los caminos?” La infraestructura del mundo moderno surge del dolor fundido.
Salpicada de “aldeas de la muerte” donde los cultivos no darán frutos, la región de Mongolia Interior, donde se encuentra la mina Bayan Obo, presenta tasas de cáncer Chernobylescas. Pero, de nuevo, las aldeas de la muerte ya están aquí. Y habrán más si no hacemos algo ante el cambio climático. ¿Qué importa una docena de aldeas de la muerte cuando la mitad del planeta puede quedar inhabitable? ¿Qué importancia tienen los cielos grises de Mongolia Interior si la alternativa es convertir todo el cielo en un blanco interminable con aerosoles sulfúricos, como imaginan los escenarios de geoingeniería de última generación?
Los moralistas, los filósofos del sillón y los del mal-menor pueden tratar de convencerte de que estas situaciones se resuelven como una especie de problema de tranvía: no hagas nada y el tranvía acelera camino hacia la muerte en masa. Haz algo, y cambias el tranvía hacia una vía donde mueren menos personas, pero donde eres activamente más responsable de sus muertes. Cuando la supervivencia de millones o incluso miles de millones pende de un hilo, como seguramente ocurre cuando se trata del cambio climático, unas pocas docenas de aldeas de la muerte pueden parecer un acuerdo particularmente bueno, un acuerdo verde, un nuevo acuerdo. Pero el cambio climático no se resuelve como un simple problema de tranvía. Más bien, es una maraña de patios de maniobras que abarca todo el planeta, con muerte masiva en cada vía.
Además, no está claro si podemos sacar lo suficiente de estos materiales del suelo, dado el corto plazo. Emisión cero en el 2030 significaría minas produciendo ahora, no dentro de cinco o diez años. Es probable que la carrera para poner en línea nuevos suministros sea fea, en más de un sentido, a medida que los productores negligentes se apresuran a sacar provecho de la bonanza de precios, cortando camino en cada esquina e instalando minas que son peligrosas, poco saludables y no particularmente ecológicas. Las minas requieren un desembolso masivo de inversiones por adelantado, y generalmente presentan un bajo reembolso de las inversiones, excepto durante el período de auge de los productos básicos que podemos esperar que produzca un New Deal Verde. Puede pasar una década o más antes de que se desarrollen las fuentes, y otra década más antes de que obtengan ganancias.
Tampoco está claro cuanto nos ayudarán a descarbonizar los frutos de estas minas, si el uso de energía sigue aumentando. El hecho de que Estados Unidos esté incrustado en paneles solares y no libere gases de efecto invernadero, eso no significa que su tecnología sea neutra en carbono. Se necesita energía para sacar esos minerales del suelo, energía para transformarlos en baterías y paneles solares fotovoltaicos y rotores gigantes para molinos de viento, energía para deshacerse de ellos cuando se desgasten. Las minas son trabajadas, principalmente, por vehículos a gas. Los buques portacontenedores que cruzan los mares del mundo con la buena carga de energías renovables queman tanto combustible que son responsables del 3 por ciento de las emisiones planetarias. Los motores eléctricos a batería para equipos de construcción y portacontenedores apenas se encuentran en la etapa de prototipo. ¿Y qué tipo de batería masiva necesitarías para llevar un barco de contenedores al otro lado del Pacífico? ?Quizás un pequeño reactor nuclear sería lo mejor?
En otras palabras, contar las emisiones dentro de las fronteras nacionales es como contar calorías, pero solo durante el desayuno y el almuerzo. Si ir limpio en los EE. UU. ensucia a otros lugares, entonces se debe agregar eso al libro de cuentas. La suma de carbono seguramente será más baja de lo que serían de otro modo, pero las reducciones podrían no ser tan sólidas como se pensaba, especialmente si los productores, desesperados por sacar provecho del bote renovable, hacen las cosas de la manera más barata y rápida posible, lo que por ahora significa combustibles fósiles. Por otro lado, la cura ambiental es costosa en todos los sentidos. ¿Desea limpiar esos estanques de relaves, enterrar los desechos bajo tierra, evitar que la capa freática se envenene? Necesitará motores y probablemente quemará petróleo.
Consolidando la opinión científica, el informe más reciente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático presenta proyectos en los que biocombustibles se utilizarán en estos casos, para la construcción, la industria y el transporte, donde los motores no puedan electrificarse fácilmente. Los biocombustibles emiten carbono en el aire, pero es carbono que ya fue absorbido por las plantas en crecimiento, por lo que las emisiones netas son cero. El problema es que el aumento de biocombustibles requiere tierras que de otra manera son dedicadas a los cultivos o áreas silvestres que absorban carbono. Se encuentran entre las fuentes de energía menos densas. Se necesitaría una docena de acres para llenar el tanque de un solo avión intercontinental. Las emisiones son sólo el aspecto más destacado de una crisis ecológica más amplia. La vivienda humana, los pastos y la industria, que se ramifican a través del desierto restante de la manera más despilfarradora y destructiva, y han enviado ondas de shoc a través de los reinos vegetal y animal. La muerte masiva de insectos, con poblaciones que disminuyen en cuatro quintos en algunas áreas, es parte de esto. El mundo de los insectos es muy poco conocido, pero los científicos sospechan que estas muertes y la extinción son sólo parcialmente atribuibles al cambio climático, y ven al uso humano de la tierra y los pesticidas como grandes culpables de esto. De los dos mil millones de toneladas de masa animal en el planeta, los insectos representan la mitad. Retira los pilares del mundo de los insectos y las cadenas alimenticias colapsan.
Para reemplazar el consumo actual de energía de los EE. UU. con energías renovables, se debe dedicar al menos el 25-50 por ciento de la masa terrestre de los EE. UU. a energía solar, eólica y biocombustibles, según las estimaciones realizadas por Vaclav Smil, el gran maestro de los estudios de energía. ¿Hay espacio para esto y para expandir el habitat humano? ¿Para esto y para pastos para una industria masiva de carne y lácteos? ¿Para esto y para el bosque que necesitaríamos para sacar el carbono del aire? No, si el capitalismo sigue haciendo lo que no puede seguir haciendo: crecer. La ley del capitalismo es la ley de más: más energía, más cosas, más materiales. Introduce eficiencias sólo para despojar más efectivamente al planeta. No hay solución a la crisis climática que deje intacta la compulsión del capitalismo al crecimiento. Y esto es lo que el New Deal Verde, un término acuñado por ese neoliberal zalamero, Thomas Friedman, no aborda. Cree que se puede mantener el capitalismo, mantener el crecimiento, pero eliminar las consecuencias perjudiciales. Las aldeas de la muerte están aquí para decirte que no se puede. No florecerán rosas en ese arbusto.