La crisis sanitaria mundial es un verdadero revelador de la naturaleza humana y sus contradicciones. Al bloquear parcialmente aspectos fundamentales de la vida social ordinaria, como el trabajo, el contacto humano, el transporte y el ocio, arroja una luz diferente sobre muchas de las ideas, creencias y prácticas en las que se basa el orden establecido. Crea un “vacío” donde los reflejos, los impulsos humanos “naturales” salen a la superficie más fácilmente, liberados de los numerosos yugos y máscaras ideológicos detrás de los cuales viven más o menos reprimidos o disfrazados.
Esta crisis tiene muchas características únicas en comparación con todas las pandemias del pasado. Entre ellas se encuentra la paralización simultánea de sectores esenciales de la producción mundial. Pero para el tema en cuestión me gustaría destacar su carácter simultáneamente planetario y “wired”, conectado. A pesar del control y los límites impuestos por los estados nacionales, a pesar de las grandes desigualdades que aún existen entre los países, la gran mayoría de la población mundial está conectada al resto de la raza humana por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Más de 5.000 millones de personas tenían un teléfono en 2017, de los cuales 3.300 millones de smartphones.
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