Hace poco publicamos un volante denunciando la guerra en Gaza. La intención era distribuirlo en las manifestaciones como un medio para hacer participar a los presentes en la discusión. Después de su publicación en nuestro sitio web, fue criticado por algunos de nuestros miembros y por otros en el medio pro-revolucionario, por no ser lo suficientemente claro sobre el hecho de que la naturaleza interimperialista de la guerra en Gaza es primordial, y que solo la lucha de clases proletaria puede impedir y quebrar los conflictos y guerras interimperialistas endémicos del capitalismo.
Si bien estamos de acuerdo en estos últimos puntos, una revisión de nuestro folleto ha llevado a un desacuerdo centrado en el papel desempeñado por el creciente número de proletarios que se han vuelto superfluos para el capital, en el desarrollo de la crisis y las guerras capitalistas; y esta guerra en particular.
Creemos que es importante que los debates políticos sean abiertos y el lector puede esperar más artículos sobre estos temas en el futuro.
Mientras tanto, publicamos una serie de textos que se redactaron inmediatamente después del volante. Nuestra esperanza es que, al poner a disposición nuestra discusión y mostrar abiertamente la naturaleza de nuestro debate, otros se sientan alentados a contribuir.
PI
El infierno en Gaza
Para los revolucionarios, las dos declaraciones más importantes que se pueden hacer sobre esta carnicería son: – que esto no es más que la última erupción asesina de antagonismos interimperialistas globales, y – que la única solución para el proletariado es a través de la lucha de clases. Frente a estas perspectivas, el reciente volante, No a la guerra en Gaza, publicado en el sitio web de Perspectiva Internacionalista en diciembre, no sólo es tristemente deficiente, sino que coquetea con el oportunismo al diluir lo que tenemos que decir a la clase trabajadora para hacerla receptiva a las personas que probablemente conoceremos en las manifestaciones.
* * *
Tras el colapso de la Unión Soviética hace 35 años, la fisonomía del imperialismo global cambió considerablemente. Sin rivales sustanciales, Estados Unidos, con el apoyo de sus muchos seguidores, fue capaz de infligir su llamada “Guerra contra el Terror” en el mundo durante 20 años. Pero las rivalidades con Estados Unidos se acumularon, aunque con disposiciones novedosas (y no tan novedosas). Rusia volvió a desarrollar sus fuerzas contra la extensión oriental de la OTAN, contra la que ha estado militarmente activa durante una década. China se convirtió en un gigante económico y se embarcó en un programa para rivalizar con la capacidad y el alcance militar estadounidense. Varios Estados de Oriente Medio han utilizado su enorme riqueza financiera primero para globalizar su influencia y luego para convertirse en actores activos de rivalidades militares ampliadas (como en Yemen). Los antagonismos interimperialistas endémicos del capitalismo en este período operan y se entrecruzan a nivel global, regional y local. Las rivalidades y alianzas cambian constantemente a medida que cambian los intereses económicos y militares en el caos resultante. (El hecho de que el petróleo ruso haya entrado ahora en la cadena de suministro del Pentágono es sólo un ejemplo reciente de ello).
Si bien el Estado israelí puede tener su agenda local, la guerra actual con Hamas se encuentra en el contexto de una galaxia de conflictos, junto con las sangrientas guerras en Yemen, Sudán, Congo y otros lugares. ¿Qué tiene de no imperialista? El hecho de que el conflicto más reciente en Gaza se desencadenara justo cuando era inminente un acercamiento abierto entre varios de los gobiernos árabes más poderosos e Israel, es una pista sobre el papel de las rivalidades regionales centradas en Irán; otra es la presencia de dos grupos de portaaviones estadounidenses y la escalada de hostilidades en el Mar Rojo y el Golfo que involucran más fuerzas militares. Reducir esta dimensión es ocultar el contexto global para toda la clase trabajadora y ocultar la amenaza existencial a la que se enfrenta.
Argumentar que este espectáculo de horror es principalmente una maniobra del gobierno israelí para lidiar con su “población excedente” excepcionalmente sustancial (sea eso lo que sea) es vacio. Destacar el conflicto como una “guerra asimétrica” es centrarse en la diferencia entre las capacidades militares que los izquierdistas utilizan para justificar el apoyo al “mal menor”. Supongamos que la asimetría se revirtiera ¿mejoraría eso el asesinato en masa?
* * *
El volante dice: “Llamamos al fin inmediato de la guerra, la liberación de rehenes y prisioneros, el fin del bloqueo. Hacemos un llamado a construir la solidaridad internacional contra los belicistas y los constructores de naciones”.
¿A quién se dirige este volante? ¿A naciones y gobiernos capitalistas? ¿Se supone que deben abandonar sus intereses a petición nuestra? Promover la idea de que las diversas fracciones del capital escuchan los “llamados” es reforzar las ilusiones promulgadas por liberales e izquierdistas. Las manifestaciones “pacifistas” son inadecuadas. La guerra de Vietnam no terminó debido a las manifestaciones de millones de personas en Estados Unidos y en otros lugares; la invasión de Irak en 2003 no se detuvo con la participación de un millón de personas en Londres en la mayor manifestación contra la guerra en el Reino Unido. Y la única forma en que se puede construir la solidaridad internacional es a través de la lucha de clases. ¿Hay alguna otra forma?
La dura realidad es que no hay solución para un problema hasta que haya una solución para todos los problemas, a través de la lucha de clases. El hecho es que los imperialistas continuarán sus maniobras y continuarán asesinando a millones de personas hasta que la clase trabajadora consciente de sí misma lo detenga en su lucha de clases contra los Estados capitalistas. Esa perspectiva es la única que podemos ofrecer a la clase trabajadora. En la Segunda Guerra Mundial y en la Primera Guerra Mundial, los revolucionarios no pidieron el fin inmediato ni la liberación de rehenes ni la ayuda humanitaria. Llamaron al proletariado a convertir la guerra imperialista en una guerra de clases. La lucha de clases contra el capitalismo es la única respuesta. Y no hay atajos.
Como revolucionarios, nos dirigimos al proletariado del mundo, en Gaza, en Israel y en todas partes. Debemos tener en todo momento claridad sobre el terreno de clase.
Marlowe 2 de enero de 2024
El papel de la “población excedente” en nuestro análisis
Recientemente, Perspectiva Internacionalista redactó un volante sobre Gaza. El objetivo de este es su distribución en reuniones, pero después de su publicación en nuestro sitio web fue criticado por algunas voces de nuestro entorno. Algunas de las críticas han encontrado eco entre algunos compañeros de PI. En particular, la cuestión del “excedente de población” se ha convertido en una importante fuente de controversia en nuestras discusiones. Un miembro, por ejemplo, ha dicho que en el contexto de la guerra en Gaza el “excedente de población es irrelevante”. Sin querer restar importancia al énfasis en el carácter interimperialista de la guerra, me gustaría hacer una primera contribución a este debate sobre la cuestión del “excedente de población”.
Para empezar, es imposible reducir la guerra a una sola causa. Por lo tanto, la existencia de un “excedente de población” no puede ser la causa, y mucho menos la única, de la guerra. Sin embargo, no estoy de acuerdo en que sea un factor irrelevante.
Para dar una explicación causal de la guerra en el capitalismo, PI se ha basado a menudo en la idea de que una crisis de valorización del valor obliga al capitalismo a desatar sus fuerzas destructivas para continuar el proceso de valorización. Esta explicación ha sido recibida con críticas, la más reciente de las cuales fue la de uno de los participantes en la conferencia de Bruselas del pasado mes de mayo. De hecho, parece un poco mecanicista, si no con un toque de fantasía, sugerir que el capitalismo de alguna manera se propone destruirse conscientemente a sí mismo para poder seguir produciendo.
Es cierto que los métodos para hacer la guerra son intrínsecos al capitalismo. Sus tácticas y estrategias se reflejan en el fenómeno económico. Pero la guerra es, sin embargo, irracional y contradictoria, destruye la economía y se canibaliza a sí misma. Debemos, por lo tanto, interrogarnos cómo esta dimensión irracional y contradictoria es aprovechada por el Estado que la emplea contra la clase trabajadora en forma de imperialismo. Es aquí donde, en mi opinión, el análisis de una “población excedente” puede contribuir a nuestra comprensión global de la conexión entre las guerras y el modo de producción capitalista.
Como explica Marx, para mantener las ganancias en crecimiento, los capitalistas se ven obligados a encontrar formas de reducir los costos laborales. En la posguerra esto se produjo a través de la introducción de nuevos métodos industriales que dieron lugar al fordismo. El drenaje del campo en el mundo desde la década de 1950 hasta la década de 1970 proporcionó al capitalismo la mano de obra necesaria para nuevas olas de industrialización. Esta expansión industrial significó tanto la integración de un mayor número de personas en el proletariado, como un creciente poder de consumo de la clase trabajadora en medio de productos baratos y una inflación creciente. Pero la huella de consumo que implicaba la alta productividad del capital, y que se convirtió cada vez más en una necesidad estructural, fue finalmente socavada por una tasa de ganancia tendencialmente decreciente.
En los años 80, el fordismo ya era incapaz de aumentar la productividad. Después del colapso del bloque soviético, la crisis del capitalismo, ahora permanente, se enfrentó a oleadas de “globalización”. Este fue un período de “contracción social”, que vio, entre otras cosas, un desplazamiento de capital hacia sectores financieros desregulados (creando la primera crisis bancaria mundial), la integración de China en la OMC y, lo que es más importante, la implementación acelerada de nuevas tecnologías digitales en los procesos industriales. Esta última tendencia, aún en curso, provocó un aumento aún más pronunciado de la composición orgánica del capital. Es por ello que el nuevo panorama industrial global ha tomado forma junto con la expulsión de masas de trabajo vivo de los procesos automatizados del capital. Aquellos trabajadores que están excluidos del capital sin posibilidad de reintegración, están formando una porción cada vez mayor del trabajo colectivo que no puede ser considerado ni un lumpenproletariado ni un ejército de reserva de trabajo en la forma que Marx había descrito. Esto, vagamente denominado “población excedente”, se manifiesta de diferentes maneras, como en la creación de lo que Mike Davis ha descrito como un “planeta de barrios marginales ” o lo que el Estado capitalista llama “un problema de inmigración”.
Ahora bien, para ser claros, yo no diría que los capitalistas han encontrado la “solución” a su “problema de excedente de población” en la guerra. Esto sería un desplazamiento erróneo del papel de la “población excedente” en el análisis. Sin embargo, argumentaré que la presencia de un “excedente de población” representa una condición única que actúa como un expediente para la forma en que el Estado capitalista interviene para interpretar las crisis sociales y, por lo tanto, afirmar su lógica en medio de la inseguridad (y la desesperación) que crea el capitalismo.
Cuando el Estado, o un proto-Estado, actúa de manera beligerante, la presencia significativa de una población que está abrumadoramente excluida del trabajo industrial (como en Gaza) puede convertirse en una base para integrar al trabajador colectivo en formas de nacionalismo por motivos raciales, xenófobos y étnicos. En ausencia de identidad proletaria, tal “población excedente” se vuelve ideológicamente susceptible a las formas etnonacionalistas de “solidaridad”. Esto no quiere decir que los trabajadores por cuenta ajena no sean susceptibles. El Estado también impone a ese capital una identidad nacional que representa la “seguridad” de los trabajadores. Sin embargo, cuando las personas son excluidas del nexo entre el dinero y el capital, incluso la promesa de una futura seguridad material desaparece, y con ella cualquier posibilidad de mantener su identidad sobre la base del consumo. Así, ante la ausencia de la posibilidad de formar su identidad a través de los vínculos capital-trabajo, una “población excedente” recurre a lo único que “posee”, su cuerpo, sus hijos y su pasado.
Creo que en el contexto en el que una crisis material se expresa también en una crisis de identidad, el enfoque en el cuerpo exacerba la posibilidad de utilizar marcadores biológicos y semibiológicos para dividir ideológicamente a la clase trabajadora1. El aislamiento y la desesperación que crea la crisis capitalista engendran un anhelo de comunidad, un pretexto en el que la memoria histórica puede equipararse con un pasado irracional y mitificado. La inclusión de la identidad de las personas en un pasado comunal imaginario es retratada, por el Estado, sobre la base misma de la exclusión del “otro” y, la mayoría de las veces, de un odio inducido hacia él. Es de esta manera que una comprensión reaccionaria del pasado se convierte en la justificación ideológica para la matanza de la clase trabajadora.
Con el creciente surgimiento de una “población excedente”, la formación de identidades etnonacionalistas mediante la subjetivación racial del “otro” se ha convertido en una parte central de la guerra capitalista. Además, este rasgo ideológico del imperialismo (una táctica tomada del colonialismo), cuando se combina con la nueva tecnología militar, actúa como un motivo adicional para la desaparición de cualquier distinción entre soldado y civil, adulto o niño, ya que poblaciones enteras pueden ser retratadas como “el enemigo” y, en última instancia, tratadas como tales por las fuerzas destructivas del capital.
En mi opinión, ignorar el papel de una “población excedente” en el contexto de la guerra capitalista es, a) tener una imagen incompleta de las condiciones causales en las que se desarrolla la guerra capitalista; y b) no entender la guerra como la forma más radical de opresión estatal y, por lo tanto, cuestionar las tácticas con las que la clase dominante somete al trabajador colectivo al “imperialismo”, creando así obstáculos significativos para la autoconciencia proletaria.
Aunque el interimperialismo representa el marco dentro del cual debe entenderse cada guerra, cada conflicto es único en la forma en que involucra a la clase trabajadora. Y la clase trabajadora, aunque comparte un interés histórico común, está lejos de ser una entidad monolítica. Es necesario comprender las transmutaciones en su composición a lo largo de los últimos cien años. Un factor clave en esta comprensión es la aparición de un “excedente de población”. Este factor debe integrarse en el análisis de nuestro entorno y no descartarse como “vacio”.
SY 5 de enero
EN DEFENSA DEL VOLANTE DE PI
Después de leer el texto de Marlowe, tuve que volver a releer el volante. ¿Realmente merece esta dura crítica? En mi opinión, aunque no es perfecto, no es así.
El volante fue hecho para ser distribuido en las grandes manifestaciones contra la matanza que se está llevando a cabo en Gaza, no para una (inexistente) lucha de clases. El objetivo era mostrar que esta guerra es un producto del capitalismo, mostrar cómo su crisis sistémica intensifica sus conflictos interimperialistas y hace que una parte cada vez mayor de la humanidad sea superflua, una carga no rentable para el capital. Israel está lidiando con su excedente de población de maneras que muestran el futuro que el capitalismo tiene reservado para la humanidad. El volante deja claro que el capitalismo sólo tiene más guerra y miseria que ofrecer y que el nacionalismo siempre sirve a su causa. Llama al fin de esta guerra, al fin del capitalismo, a la solidaridad internacional y a la autoorganización de la clase trabajadora. Yo apoyo eso.
Como dije, no es perfecto. Los volantes rara vez lo son. El contexto interimperialista podría haber sido más desarrollado. Y en la frase “Llamamos a construir la solidaridad internacional contra los belicistas y los constructores de naciones”, la inserción de “clase trabajadora” después de “internacional” habría sido apropiada. Puede haber otras posibilidades para mejorar el texto sobre las que podemos decidir. Es una herramienta que se puede afilar.
Pero la acusación de que el panfleto trata el contexto interimperialista como una ocurrencia tardía es incorrecta. Esto es lo que dice al respecto:
“En todas partes el gasto militar está aumentando. Se nos dice que esto es necesario, ya que se avecinan más guerras. Todo esto en el contexto de una economía mundial que se hunde cada vez más en una crisis, de la que sus gestores no conocen otra salida que la guerra. El efecto desestabilizador de esta crisis derrite los frentes congelados en todo el mundo. Las oportunidades y las necesidades surgen a medida que cambian los equilibrios de poder existentes. Y al igual que las armas que deben ser producidas para la guerra, las mentes deben ser moldeadas para el mismo propósito. Nuestros gobernantes quieren que admiremos a los soldados, glorifiquemos las victorias en el campo de batalla, ondeemos banderas nacionales y estemos convencidos de que luchar por la justicia significa apoyar a un bando contra el otro en los conflictos interimperialistas, como lo son hoy todas las guerras. Ponerse del lado de la nación siempre significa ponerse del lado de la clase dominante de la nación, de los gerentes o aspirantes a gerentes de su capital”.
Hay otros pasajes que ponen de relieve la fuerza motriz interimperialista. Lo que llama la atención en este caso es que conecta el surgimiento del conflicto interimperialista con la crisis sistémica de la economía mundial capitalista y muestra cómo el nacionalismo de todo tipo sirve a la tendencia destructiva del capitalismo. Marlowe escribe, en su primera frase, “que esto no es más que la última erupción asesina de antagonismos interimperialistas globales”. Eso es cierto y, sin embargo, también es algo más que la última erupción: lo que presenciamos es una aceleración de la pulsión de muerte del capitalismo en relación directa con el callejón sin salida de la economía capitalista global. Esa es una conexión que hace el folleto y Marlowe no. En su segundo párrafo, ofrece una breve visión general del imperialismo global desde el final de la URSS, sin mencionar el creciente estancamiento. No da ninguna razón por la que, si esto no es más que la última erupción de lo que ha estado sucediendo durante mucho tiempo, ahora es una amenaza existencial para todo el proletariado lo que supuestamente oculta el volante.
Marlowe hace lo que puede para malinterpretarlo. Escribe:
“Destacar el conflicto como una “guerra asimétrica” es centrarse en la diferencia entre las capacidades militares que los izquierdistas utilizan para justificar el apoyo al ‘mal menor’. Supongamos que la asimetría se revirtiera ¿eso mejoraría el asesinato en masa?”
Si lees el pasaje al que se refiere 2, verás que afirma que los dos lados no son diferentes, que la diferencia proviene solo de los diferentes medios a su disposición, ninguno es mejor que el otro. Exactamente lo contrario de lo que infiere Marlowe, el apoyo a una parte.
El volante pide el fin de la matanza y mucho más:
“Llamamos al fin inmediato de la guerra, la liberación de rehenes y prisioneros, el fin del bloqueo. Hacemos un llamamiento a construir la solidaridad internacional contra los belicistas y los constructores de naciones. (…) Exigimos el fin de esta guerra, de estas fronteras y de todas las divisiones que enfrentan a la clase trabajadora contra sí misma. Llamamos a la solidaridad internacional y a la autoorganización de la clase trabajadora. Llamamos a un comunismo real: una comunidad humana sin explotación, con libertad y dignidad para todos”.
Admito que es una tarea difícil. Pero aún así, a esto es a lo que llamamos. Podría decirse que podría haberse formulado mejor, pero en esencia, eso es lo que estamos defendiendo. Tal vez debería haber extendido el llamado, sobre todo a medidas concretas, como llamar a los soldados de ambos bandos a desertar, confraternizar, atacar a los que dan la orden de matar y destruir. No con la ilusión de tener algún impacto en los acontecimientos en Gaza, sino para indicar, a través de la niebla de la propaganda nacionalista, el camino a seguir.
Marlowe se opone:
“¿A quién se dirige este volante? ¿A naciones y gobiernos capitalistas? ¿Se supone que deben abandonar sus intereses a petición nuestra? Promover la idea de que las diversas fracciones del capital escuchan los “llamamientos” es reforzar las ilusiones promulgadas por liberales e izquierdistas. Las manifestaciones por la paz son insuficientes. La guerra de Vietnam no terminó debido a las manifestaciones de millones de personas en Estados Unidos y en otros lugares”.
Me parece claro que la mayoría de estos llamamientos van dirigidos a la clase trabajadora. Cuando el volante llama a la “solidaridad internacional contra los belicistas y los constructores de naciones” y a “la autoorganización de la clase trabajadora”, evidentemente no está llamando a las naciones capitalistas a establecer esto. Cuando pide el fin de la guerra, unimos nuestras voces a las de los millones de personas que están indignadas por la matanza en masa y tratamos de demostrar a algunos de ellos cuál es la raíz del problema. Sí, es una exigencia a los gobiernos. “¿Se supone que deben abandonar sus intereses a petición nuestra?” Sí, toda lucha por reivindicaciones tiene como objetivo hacer ceder a los capitalistas, obligarlos a abandonar, hasta cierto punto, sus intereses. Es cierto que las manifestaciones por la paz son inadecuadas. ¿Significa eso que tenemos que mantenernos alejados de estas? Si bien no se basan en la clase, hay muchos proletarios que participan en ellas, algunos de ellos ansiosos por escuchar lo que tenemos que decir. ¿Por qué no unirnos a su demanda de que se ponga fin a la guerra? Es porque compartimos esta demanda que podemos explicar que poner fin a estas guerras requiere acabar con el capitalismo, contra los nacionalistas y otros reformistas que dominan las conversaciones. Lo mismo ocurre con las manifestaciones climáticas y otras. Marlowe escribe: “La guerra de Vietnam no terminó debido a las manifestaciones de millones de personas en Estados Unidos y en otros lugares”. Eso es una verdad a medias. Ciertamente no fueron la única causa, pero fueron parte del conjunto. Estados Unidos no perdió la guerra militarmente, se retiró bajo presión, en gran parte presión interna en la que las manifestaciones de millones de personas jugaron un papel. No fueron solo las manifestaciones contra la guerra, también fueron las oleadas de huelgas salvajes, los disturbios en los centros urbanos, mayo del 68 y otras revueltas en Europa y más. Todos estos sucesos se influyeron mutuamente, se estimularon mutuamente, lo que hizo que Washington decidiera, entre otras cosas, salir de Vietnam. No niego que también hubo otras razones geoestratégicas, ni que Estados Unidos convirtió más tarde su derrota en una victoria, convirtiendo a Vietnam en un cliente útil. Esto no socava el argumento de que la presión interna pesó mucho en su decisión de retirar sus tropas, cediendo efectivamente Vietnam del Sur al enemigo, perdiendo la guerra.
Muchos de los pro-revolucionarios de mi generación marcharon en estas manifestaciones, uniéndose al llamado a poner fin a la guerra y al mismo tiempo atacando las ideologías nacionalistas y reformistas que las impregnaban. Como lo hace el volante. Denunciaron los llamamientos a apoyar a Ho Chi Min y al Vietcong, al igual que este volante denuncia el apoyo a Hamás. Para algunos de nosotros, estas manifestaciones fueron el primer paso hacia posiciones revolucionarias.
Marlowe enfatiza: “La dura realidad es que no hay solución para un problema hasta que haya una solución para todos los problemas, a través de la lucha de clases”. Tiene razón. 3Y aunque el volante señala ese punto al final, debería haberlo hecho en forma más marcada, más explícita. Pero no debemos limitar nuestra comprensión de la lucha de clases a lo que sucede en las fábricas. La revolución rusa comenzó con una manifestación por la paz (por reivindicaciones inmediatas). No debemos rehuir los movimientos que son interclasistas al principio, pero que pueden contener embriones de potencial revolucionario. Pueden ser lugares donde comienza un cuestionamiento, donde podemos participar, mientras que puede haber pocos de otros. Desafortunadamente, la clase trabajadora mundial, aunque no está derrotada, tampoco está tomando la iniciativa. La clase capitalista está dictando los acontecimientos. De lo contrario, nuestro llamado a la lucha de clases para acabar con el capitalismo sonaría menos abstracto.
Excedente de población
Como se mencionó anteriormente, la crisis global del capitalismo, el callejón sin salida de su economía, es el contexto en el que se puede comprender la aceleración actual del conflicto interimperialista. Lo llamativo de esta crisis es que los intentos de superarla, si bien son beneficiosos para algunos, en realidad hacen que el estancamiento sea más profundo. La automatización, la concentración del capital, el monopolio, la búsqueda de la renta tecnológica (beneficio excedente) conducen a una disminución de la tasa general de ganancia, lo que significa que una parte creciente de los activos de capital existentes, tanto el capital constante como el capital variable, se vuelve no rentable y, por lo tanto, superfluo para la acumulación de valor. Eso significa que muchas empresas de todo el mundo no pueden sobrevivir, o sobreviven como “empresas zombis”, que viven de préstamos en tiempo prestado, o que penden de un hilo intensificando la explotación de sus trabajadores. También significa que una parte creciente del capital variable, la clase trabajadora, se vuelve superflua para el capital. Eso es lo que entendemos por “población excedente”. Existe en todos los países, pero especialmente en el sur global, de ahí los intentos masivos de escapar de allí, a pesar de los enormes obstáculos. Este excedente de población no puede equipararse a un lumpenproletariado que sobrevive en los márgenes de la sociedad, pero tampoco es un “ejército industrial de reserva”, ya que no hay perspectivas de que se integren en la cadena de producción capitalista global en una nueva fase de expansión, que no llegará. Representa un problema para el capital, una carga financiera y un peligro político, ya que las condiciones de supervivencia de la población excedente engendran malestar y agitación y el marco ideológico de la ciudadanía democrática basado en el consumismo común ya no puede funcionar para subjetivarlas. Este último punto no está en el volante, sino en un texto de SY que también teoriza cómo el capitalismo llena este vacío ideológico para adaptarse a su impulso bélico. De esto hablaremos más adelante.
La crisis amplía la brecha entre los capitales altamente desarrollados, que cosechan los benficios excedentes, y todos los demás, así como entre las partes del mundo donde se concentran los primeros (aproximadamente, Europa occidental, América del Norte y el sudeste asiático) y el resto. En el primer caso, el excedente de población es todavía relativamente pequeño, en el segundo es enorme y crece rápidamente. Es una peculiaridad de Israel que forma parte de las primeras, las naciones capitalistas de alta tecnología, mientras que al mismo tiempo tiene que gestionar un gran excedente de población. Esta posición es el resultado de su papel específico como cabeza de puente del imperialismo estadounidense en Oriente Medio, así como de la tendencia general del capitalismo a expulsar mano de obra viva, que se acelera en períodos de crisis. Como dijo MacIntosh en “El marxismo y el Holocausto” (IP # 49, 2008):
“El capitalismo, como muestra Marx, “llama a la vida todos los poderes de la ciencia y de la naturaleza, como de la combinación social y de las relaciones sociales, con el fin de hacer que la creación de riqueza sea (relativamente) independiente del tiempo de trabajo empleado en ella”. El resultado es la expulsión tendencial de masas de trabajo cada vez mayores del proceso productivo; la creación de una población que desde el punto de vista del capital es superflua, que ya ni siquiera es potencialmente necesaria para la creación de valor, y que de hecho se ha convertido en una carga insuperable para el capital, un peso muerto que debe soportar, incluso a expensas de su rentabilidad. La existencia de tal población excedente, a nivel del capital total de una entidad nacional, puede crear las condiciones para el asesinato en masa, insertando el exterminio de grupos enteros de personas en la ‘lógica’ misma del capital y, a través de la compleja interacción de múltiples cadenas causales, emerger como la política de un Estado capitalista”.
Esto no quiere decir que Israel esté tratando de exterminar a la población de Gaza. Pero con la matanza continua de decenas de miles de personas, la destrucción de más del 70% de las viviendas, la certeza de que muchos más gazatíes morirán por enfermedades endémicas, es un paso en esa dirección.
Una compañera preguntó: Si un gran excedente de población es un problema para Israel, ¿por qué importa trabajadores de Rusia, Tailandia, Filipinas, etc.?
Estos trabajadores provienen de países con un creciente excedente de población para el capital. Están allí temporalmente (la mayoría tiene un contrato de 5 años). Si fueran reemplazados por palestinos, la mayoría en Gaza y Cisjordania seguiría viviendo en la economía sumergida o sobreviviendo gracias a las limosnas canalizadas a través de las bandas carcelarias locales, Hamas y Fatah. Aun así, sería más barato para el capital israelí contratar trabajadores árabes locales en lugar de importarlos de lejos, a pesar de sus bajos salarios. Hubo un tiempo en que muchos más palestinos estaban empleados en la economía israelí. Pero la política del Estado israelí, que se aceleró en este siglo, ha sido imponer la separación para fortalecer la identidad nacional, la ideología sionista de una comunidad judía pura, la aceptación de una militarización extrema de la sociedad, el aguante de las guerras. Como escribe Macintosh:
“… La identidad sobre la que se asienta la comunidad pura, comporta necesariamente la exclusión de aquellos que no comparten las bases histórico-culturales comunes de la masa. Los excluidos, el Otro, las minorías raciales, étnicas o religiosas, por ejemplo, aunque habitan el mismo espacio territorial, se convierten en elementos extraños dentro del mundo supuestamente “homogéneo” de la comunidad pura. Y: “…Esta rabia contra la diversidad puede convertirse en una de las bases de un proyecto genocida dirigido contra el Otro, cuya mera existencia es vista y sentida como un peligro mortal para la comunidad pura”.
Por otro lado, esa rabia contra la diversidad es avivada por Hamas y sus consortes con el mismo propósito. Ambas partes necesitan la separación.
El crecimiento del nacionalismo, no sólo en Israel-Palestina sino en todo el mundo, el fuerte aumento del odio contra los Otros, en su mayoría inmigrantes, son signos omniniosos. Las identidades nacionales se forjan en estas batallas. Podemos ver cómo sirven a los intereses capitalistas, a los diversos designios imperialistas, a la necesidad de reducir el excedente de población (“cortar el pasto”, lo llaman las FDI), pero también cómo, en un nivel más profundo, “el imperativo de la destrucción tanto del capital variable (trabajo vivo) como del capital constante (fábricas, máquinas, etc.) da forma al curso mismo del capitalismo decadente”, escribe MacIntosh. “Las tendencias inmanentes del modo de producción capitalista, que lo impulsan hacia una crisis económica catastrófica, también lo empujan hacia el asesinato en masa y el genocidio”. De acuerdo. Existe una armonía perversa entre los incentivos que la crisis sistémica crea para la conquista y el conflicto y la necesidad del sistema de destruir el capital existente y no rentable para restaurar las condiciones para la acumulación de capital.
Sanderr 8 de enero
OTRAS REFLEXIONES SOBRE EL “EXCEDENTE DE POBLACIÓN”
En mi contribución anterior al debate, hice hincapié en el vínculo entre la crisis sistémica del capitalismo y el actual aumento de la militarización y la guerra. SY, en su último artículo sobre este tema, escribe: “Para dar una explicación causal de la guerra en el capitalismo, PI se ha basado a menudo en la idea de que una crisis de valorización del valor obliga al capitalismo a desatar sus fuerzas destructivas para continuar el proceso de valorización. (…) parece un poco mecanicista, si no con un toque de fantasía, sugerir que el capitalismo de alguna manera se propone destruirse conscientemente a sí mismo para poder seguir produciendo”. Esto parece sugerir que afirmamos que los capitalistas libran guerras con el objetivo consciente de destruir valor. En términos generales esto no es cierto, su objetivo suele ser lo contrario, conquistar valor (o defenderlo). Tenemos que hacer una clara distinción entre intención y resultado.
El hecho de que el sistema capitalista global esté en crisis 4 significa que hay demasiado valor existente en proporción a la creación de nuevo valor. Exceso de valor existente en todas sus formas: capital constante (exceso de capacidad de producción), capital variable (exceso de trabajadores) y capital financiero (burbujas financieras, creciente sobreendeudamiento). Todas estas formas de capital sólo pueden seguir siendo valor si siguen comprometidas con la creación de nuevo valor. Cuando eso no suceda, se producirá una devaluación del existente. El hecho de que la clase capitalista haya desarrollado medios capitalistas de Estado para atemperar eso, o más bien posponerlo, o el hecho de que los capitales más desarrollados todavía puedan obtener megaganancias gracias a su ventaja competitiva, no cambia la dinámica subyacente, que la clase capitalista no puede detener porque “El capital mismo es la contradicción en movimiento, en el sentido de que presiona para reducir el tiempo de trabajo al mínimo, mientras que postula el tiempo de trabajo, por otro lado, como la única medida y fuente de riqueza […] Por un lado […] llama a la vida todos los poderes de la ciencia y de la naturaleza […] para hacer que la creación de riqueza sea independiente (relativamente) del tiempo de trabajo empleado en ella […] Por otro lado, quiere utilizar el tiempo de trabajo como vara de medir para las gigantescas fuerzas sociales así creadas”. (Marx, Grundrisse)
Dejada a sí misma, esta dinámica conduce a un gran desmoronamiento, a una profunda depresión, a un agudo conflicto entre las necesidades del capitalismo y la reproducción de la sociedad, a un colapso y, en el peor de los casos para nuestros gobernantes: a la revolución proletaria.
Sospecho que es el miedo a ese desmoronamiento global una de las raíces de la tendencia actual de la clase capitalista a centrarse en la autoprotección de la tormenta. Lo que eso implica en las políticas es algo diferente para una potencia hegemónica que para un Estado contendiente, pero en todas partes va de la mano de un esfuerzo ideológico para intensificar los lazos comunitarios basados en un pasado común e idealizado, en “valores” comunes, en un idioma, una religión, una raza, etc. comunes. Cualquiera que sea la combinación que se utilice, y difiere, por supuesto, de un lugar a otro, siempre es lo que los explotados tienen en común con sus explotadores y lo que convence a los primeros de que los intereses de los segundos también son suyos. Esta tendencia en la ideología de la clase dominante, este nacionalismo populista, responde al anhelo ampliamente sentido de comunidad en este momento de gran incertidumbre y atomización, y dado que esta comunidad se define tanto por la exclusión como por la inclusión, como escribió B. York, también responde a la necesidad de la clase dominante de separar a la comunidad de “los indeseables”, de la población excedente, y preparar a la clase trabajadora para el conflicto con “los de afuera”, para adaptar su subjetividad a la guerra.
La crisis intensifica la competencia económica, que nunca fue puramente económica, sino que se desplaza más hacia la competencia militar cuando disminuyen las oportunidades de valorización. Por lo tanto, intensifica el conflicto interimperialista que tiene sus propias reglas de escalada que pueden dominar la racionalidad económica y, sin embargo, servir a la perpetuación del sistema capitalista, sin que ese sea el propósito consciente.
La guerra en Ucrania no estalló porque las naciones involucradas en ella quisieran destruir el exceso de capital, a menos que se cuente el deseo de destruir los ejércitos de los demás, que ciertamente son mercancías que son exceso de capital, ya que no se pueden utilizar para crear nuevo valor. Pero el objetivo era conquistar el capital, no destruirlo. Sin embargo, eso es lo que la guerra ha hecho y sigue haciendo.
Pero debido a la diferencia entre el capital constante y el variable, entre el trabajo muerto y los seres humanos vivos, la eliminación de estos últimos puede convertirse en un propósito consciente de destrucción militar.
Un trabajador no utilizado no es lo mismo que maquinaria no utilizada. Una máquina que ya no se puede usar no necesita ser mantenida viva, no tiene una familia que también tenga necesidades, no causa estragos, no se rebela, no puede ser utilizada por rivales imperialistas. Deja de existir, al contrario de lo que ocurre con los seres humanos. Cuando vemos la limpieza étnica en Karabaj, Nigeria, Sudán y muchos otros lugares, las expulsiones masivas en Pakistán, los ataques a las personas sin hogar en Estados Unidos y a los dalits en la India, el arrasamiento de ciudades enteras en Gaza y una creciente ola de hostilidad en todo el mundo contra los inmigrantes indocumentados, el propósito oficial, por supuesto, nunca es deshacerse del exceso de capital variable, de la población excedente. Pero ese parece ser el objetivo subyacente, incluso cuando, por ahora, solo puede realizarse parcialmente. Como dice el volante de PI, te estremece pensar en lo que sucederá cuando la crisis se profundice, y así será.
Por lo tanto, no creo que el volante de PI se haya equivocado al afirmar que el problema del exceso de población es uno de los factores causales subyacentes de lo que está sucediendo en Gaza.
SY, en su texto, hace otra afirmación: que la población excedente es importante para la guerra capitalista porque puede ser utilizada en ella, porque supuestamente es más fácilmente seducida por las formas etnonacionalistas de “solidaridad” que cualquier otra parte del proletariado. Su argumento, que el plusproletariado carece de una identidad proletaria porque está excluido del trabajo industrial, y que, al no tener ninguna esperanza de seguridad material futura, también carece de una identidad consumista, y que por lo tanto es susceptible de abrazar una identidad nacionalista xenófoba “basada en el cuerpo”, me parece especulativo. También se podría especular que la población excedente, porque no está en condiciones de hacerse ilusiones consumistas, es la parte del proletariado que está mejor situada para comprender que el capitalismo no tiene nada que ofrecer y que necesita ser abolido. ¿Es alguna de las dos especulaciones algo que vemos confirmado por lo que está ocurriendo? ¿Los líderes populistas xenófobos como Trump, Orban y Le Pen reciben más apoyo de la población excedente que de otros sectores de la sociedad? No creo. Toda la clase es vulnerable a la ideología nacionalista. Los proletarios-exedentes son una parte de la clase, no están fuera de ella. Es cierto que las condiciones de la clase trabajadora, sus condiciones de supervivencia y de lucha, difieren mucho. Tanto es así que, según Kurz y otros Wert Kritikers, la idea de una lucha global unificada sobre una base proletaria se ha convertido en una quimera. No estamos de acuerdo con eso, por lo que enfatizamos lo que todas estas diferentes partes del trabajador colectivo tienen en común, y el potencial de eso. Es absolutamente valioso examinar las condiciones específicas de las diferentes partes del proletariado y tratar de comprender cómo pueden ayudar u obstaculizar los planes capitalistas, cómo pueden ayudar o obstaculizar el desarrollo de la conciencia revolucionaria, pero debemos tener cuidado de no sacar conclusiones apresuradas que subestimen la complejidad de las cuestiones.
Sanderr 1/16
La lucha de clases: el único camino a seguir
El volante de Gaza carece de claridad de clase. Tenemos que reconocerlo y decidir que hacer al respecto. Que yo sepa, no se ha distribuido en forma de volante y no debería serlo. 5 Dado que se ha publicado en nuestro sitio web, propongo que PI también admita que fue políticamente erróneo y que publique una crítica y una corrección. Esto debe hacerse no solo por nosotros mismos, sino también por otros en el movimiento de la clase trabajadora que pueden estar lidiando con los mismos problemas. Debemos predicar con el ejemplo.
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En su texto del 8 de enero, Sander dedica varias páginas a sugerir lo que el volante podría haber dicho. No voy a repasarlo todo aquí, está a la vista, pero hay que subrayar que los problemas con el volante no se resuelven con ajustes editoriales. Para dar un ejemplo: Sander dice que insertar “clase trabajadora” entre “internacional” y “solidaridad” “habría sido apropiado”. ¿Apropiado? ¿No es “esencial” o “el meollo de la cuestión”?
Sander también dice: “Tal vez debería haberse exigido más, especialmente medidas concretas, como llamar a los soldados de ambos bandos a desertar, confraternizar, atacar a los que dan la orden de matar y destruir. No con la ilusión de tener algún impacto en los acontecimientos en Gaza, sino para indicar, a través de la niebla de la propaganda nacionalista, el camino a seguir”. El problema aquí es la palabra “tal vez”. Si se elimina eso, tenemos una verdadera crítica. Si lo conservamos, parece que el escritor quiere cubrirnos el trasero. No funcionará.
El meollo de la defensa política de Sander del volante está en su segunda frase: “El volante se hizo para distribuirlo en las grandes manifestaciones contra la matanza que se está llevando a cabo en Gaza, no para una lucha de clases (inexistente)”. Este es un argumento espantoso. En lugar de ir a las manifestaciones para argumentar desde nuestras perspectivas comunistas de izquierda, la implicación es que deberíamos simplemente suavizar el pedal y capitular ante las mistificaciones izquierdistas, liberales y de otro tipo que nos rodean sobre la “paz” y el “alto el fuego”. ¿Y la “(inexistente) lucha de clases”? En lugar de señalar la necesidad de que la clase trabajadora avance, las líneas de clase del movimiento comunista de izquierda están atenuadas.
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¿De dónde viene la obsesión por el “excedente de población”? De una entrevista con Emilio Minassian aparentemente. Ahora bien, Minassian niega que se trate de una guerra interimperialista y afirma que se trata de un “asunto interno” centrado en los “proletarios excedentes”. Esta entrevista fue retomada en un blog personal, y luego incorporada a un artículo firmado, “Belicistas de izquierda y derecha”, desde donde el excedente de población se ha transformado en una posición de PI en el volante de Gaza. Nuestra atención ante la situación en Gaza debe volver a los antagonismos interimperialistas. El enfoque de la PI en general debe volver a la lucha de clases como el único camino a seguir para el proletariado.
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Este volante debe ser corregido públicamente
Marlowe 19 de enero
Sobre el excedente de población, la subjetivación y el Estado
En su última respuesta, Sanderr ha cuestionado mi afirmación de que una población excedente es más susceptible a la ideología. Dice que esto es especulativo. Tiene un buen punto. Pero quiero aclarar que, que la población excedente sea más o menos “susceptible” a la ideología o sea más o menos “útil” para la clase capitalista no es lo que quiero decir. El punto es que constituye un vector importante por el cual el Estado distribuye la subjetividad social.
La conciencia de clase sólo emerge cuando la clase trabajadora actúa como clase y en interés de la clase. Cuando el Estado se relaciona con la clase a través de sus redes administrativas, instituciones legales, identidades de mercado e incluso formas culturales como la familia, divide a la clase y la atomiza, rompiéndola y debilitando su posibilidad de actuar como clase. Así, el Estado se convierte en uno de los obstáculos más formidables para la acción de clase y la conciencia de clase.
La subjetividad se refiere a los individuos, pero no puede ser entendida recurriendo a los individuos. Los individuos están “atrapados” en una ideología u otra, en una identidad u otra, pero el origen de esta identidad siempre estará en las divisiones sociales.
Por supuesto, los inmigrantes, por ejemplo, no son individualmente susceptibles a la ideología en el sentido nacionalista clásico, ¿cómo podrían serlo? Pero se constituyen en el imaginario sociopolítico como los “outsiders/los de afuera” necesarios para la formación de esas otras identidades nacionalistas y xenófobas. Ambas identidades se constituyen mutuamente. Representan una división ideológica de la clase trabajadora. En este sentido, el elevado número de excedentes de trabajo se convierte en motivo de una escisión de la identidad social.
Desde el punto de vista del capital, la clase trabajadora representa el trabajo abstracto. Una masa de valor potencial indiferenciado. En la crisis capitalista, una parte cuantitativa de este trabajo abstracto representa una carga porque no puede valorizarse.
El Estado no sólo cumple la función de posponer y atemperar la desvalorización, como dice Sanderr, sino que realiza la función activa de diferenciar el trabajo abstracto en sus configuraciones concretas. El Estado disciplina, administra, clasifica y socializa el trabajo a lo largo de líneas productivas y reproductivas. Es decir, lo subjetiviza.
En un momento de crisis, cuando hay una ruptura entre las necesidades del capital y la reproducción de la sociedad, el Estado encuentra su máxima razón de ser, interviene para asegurar una distribución de las funciones sociales que no represente un ataque al sistema. De este modo, el Estado interviene en líneas reproductivas, ajustando a la clase trabajadora a su jerarquía. Decide quién vive, quién muere, quién vive dónde, qué tipo de recursos están disponibles para quién, a quién se le permite ejercer la violencia, quién tiene capacidades reproductivas sobre sí mismo y sobre los demás, etc.
Una forma clave en la que el Estado lleva a cabo esta división social/clase es mediante la subjetivación, transformando la crisis en ideología; interpretar la experiencia recurriendo a narrativas irracionales. Al hacerlo, fabrica justificaciones ideológicas para el asesinato de la clase trabajadora. La población excedente, como indicador de la crisis del capital, es subjetivada por el Estado que la interpreta y le da una identidad dentro de las estructuras estatales jerárquicas del capitalismo. Ningún grupo de identidad social (por muy oprimido que esté) podrá atacar al sistema en su conjunto. En la medida en que la clase trabajadora esté dividida de este modo, el capital seguirá reinando.
De hecho, el aumento del excedente de población no es ajeno al auge del populismo. Como tal, el populismo es un indicador de la inestabilidad política de la clase dominante. Pero el populismo no puede superar la crisis a la que responde. Sin embargo, los movimientos populistas representan una oportunidad para que el Estado intervenga y se reafirme como una solución necesaria. Un indicador de que el Estado se está afirmando en medio de una crisis expansiva es la creciente presencia de proto-Estados que utilizan el terror y la guerra como su arma principal.
La guerra es la expresión más fiel del Estado y su refuerzo más poderoso. Así como el capitalismo debe crear necesidades artificiales para sus crecientes mercancías superfluas, el Estado también debe hacer lo mismo y crear continuamente conflictos artificiales de intereses que requieran su intervención violenta. – Oficina de Secretos Públicos 1991
SY 21 de enero
Sobre la redacción del folleto de Gaza
Escribí la mayor parte del volante. Pensaba que la cuestión del excedente de población estaba poco desarrollada en el texto, y no me ha sorprendido el debate que ha tenido lugar a continuación. Sin embargo, me sorprendieron las afirmaciones, tanto internas como externas, del izquierdismo o del comunismo insuficiente del texto. Hay algunos puntos que creo que debo aclarar.
En primer lugar, quiero contextualizar el esfuerzo del volante. Mi “vida política” activa es relativamente corta para este medio, básicamente comenzando con mi reciente ingreso a PI. Anteriormente, en mi desarrollo, me atrajeron las obras de Monsieur Dupont, Letters Journal, etc., con sus críticas al activismo, la organización y el izquierdismo de la ultraizquierda. Este “salón” una vez afirmó algo así como que el proselitismo de los pro-revolucionarios debe sonar como vendedores de autos usados o milenaristas, y creo que de alguna manera esto es verdad. Sin embargo, soy lo suficientemente optimista como para pensar que este trabajo vale la pena. Pienso que la revolución es posible, y creo que la intervención puede marcar la diferencia. Pensé que este volante sería una buena oportunidad para cristalizar este cambio: de una línea básicamente esquizoide de “los comunistas solo deben hablar con los comunistas” a creer en la importancia de una comunicación clara de la política comunista. Sin embargo, tuve dificultades para escribir el volante porque no podía averiguar la audiencia al que iba dirigido. Dado el contexto de las manifestaciones en el lugar donde vivo, traté de pensar en quién estaría en una manifestación de este tipo y cómo le hablaría a esas personas. Donde yo vivo, se da por hecho que las manifestaciones sobre la guerra, si no son inmediatamente nacionalistas, serían todas fuertemente izquierdistas. También es seguro asumir que tales manifestaciones no tendrían un “carácter de clase trabajadora”. Mis objetivos al escribir el volante para distribuir en una manifestación de este tipo eran practicar la expresión —tal vez ante una audiencia demasiado familiarizada con los eslóganes izquierdistas— y que se escuchara una perspectiva internacionalista.
Puedo entender las preocupaciones de que el texto no fuera tan clasista como otras polémicas. No escribí el texto para estar en conversación con el izquierdismo, sino para receptores que puede haber estado expuestos al izquierdismo antes. Creo que es importante conocer a las personas en su rabia y su dolor, y validar su angustia antes de señalar el panorama general. Decirle a la gente que sus soluciones (populares, democráticas, etc.) a tales horrores no funcionarán porque el mundo es mucho peor de lo que creen, es doloroso y difícil. El arco narrativo que elegí fue (1) subrayar lo horribles que son las cosas, (2) resaltar que esto es parte de un patrón concertado, (3) identificar a los actores en juego, (4) mostrar el sistema que les otorga el poder, y (5) señalar un agente que puede cambiar el mundo. Creo que esta fue una elección apropiada para una protesta contra la guerra.
Marlowe afirma que el volante”coquetea con el oportunismo al diluir lo que tenemos que decir a la clase trabajadora para hacerlo accesible a las personas que probablemente conoceremos en las manifestaciones”. Creo que el texto cambia la presentación y el estilo de lo que PI tiene que decir a la clase trabajadora, y lo hace para que sea más accesible a la gente en las protestas, pero también creo que lo que está en juego en la distribución de volantes es poco. Lo que hacemos es importante, pero opino que tenemos que ser realistas sobre el impacto de nuestras acciones.
Pienso que las objeciones de Marlowe a la “llamada” están fuera de lugar, o ya están anticipadas. Este no es un programa de transición trotskista con una lista de demandas de reforma que nunca podrán ser satisfechas. “Llamamos a” significa “queremos” o “defendemos”. Creo que se puede argumentar que estas líneas no están bien ya que anticipan las preguntas de un comprador escéptico en el mercado ideológico: “¿pero qué harías si estuvieras en el poder?”. Estoy feliz de dejar de lado esas frases por formulaciones como “no puede haber xyz sin revolución proletaria”.
Creo que las preocupaciones teóricas sobre las causas de esta guerra son válidas. Pienso que este es otro lugar en el que es esencial que conozcamos a nuestra audiencia: las reflexiones sobre los “objetivos” del capital frente a los de sus personificaciones pueden pesar sobre una polémica, especialmente cuando el equilibrio adecuado entre simplicidad y precisión es delicado.
Dicho todo esto, el texto no permite una lectura izquierdista o no pro-revolucionaria. Es un texto explícitamente comunista que identifica a la clase trabajadora como el único sujeto con el poder de transformar radicalmente el mundo.
HK 2/7
Notas:
1 Entre otras cosas, la pandemia se convirtió en una oportunidad para que el Estado la tratara como un “ejercicio” de aislamiento y división de la clase trabajadora a través de la imposición de una “imagen biológica” a la población, reforzando así su papel de proveedor de “soluciones” a los agravios sociales.
2 “Es una guerra asimétrica, lo que en este caso significa que las tropas de un bando entran primero en una casa para matar a una familia entera, mientras que las del otro pueden hacer llover bombas con el mismo fin. La asimetría significa que muchos más gazatíes han sido asesinados que israelíes, ya que son los daños colaterales cuyas vidas cada ejército ha descartado como un costo aceptable”.
3 Pero su afirmación de que no hubo luchas por reivindicaciones inmediatas que los pro-revolucionarios apoyaron durante las guerras mundiales no es correcta. Hubo, para ser cierto, muy poca lucha de clases, excepto al final de la Primera Guerra Mundial, pero cuando ocurrió hubo demandas inmediatas, como en la huelga general de Amsterdam (1941) que exigió el fin de las deportaciones de judíos. Spoiler: los huelguistas perdieron.
4 Y no una “crisis permanente”, una crisis puede prolongarse como lo es hoy, pero por definición no puede ser permanente; este concepto aplana el curso cíclico del proceso de acumulación.
5 Lo fue, pero solo en una manifestación.